Esta historia de pasión, celos y muertes ocurrió y es verídica,en mi añorado Urdampilleta, siglo veinte década del ochenta.
Corría el año ochenta y cinco aproximadamente, yo tenía un almacén con despacho de bebidas en el mal llamado pueblo viejo, se denomina así a la parte mas humilde del pueblo, con casas sin terminar, y muchos ranchos de adobe, hoy está un poco mejor, ya pasaron más de veinte años.
Muchos de los vecinos eran clientes de mi negocio,incluída la pareja de este relato. Ella (Mabel) una mujer de unos cuarenta años más o menos, el hombre (Piruco) de más de cincuenta. Convivían hacía un tiempo, con dos hijos de Mabel de otra pareja, una nena de dos o tres años y un nene de seis o siete, en realidad los dos tenían hijos ya hombres de otras relaciones.
El hombre era violento, en su juventud había sido desterrado del pueblo por pendenciero, y volvió en su madurez, parecía más aplacado. Trabajaba en el galpón de cereales de la cooperativa agropecuaria.
En mi almacén compraba los vicios de todos los días, vino, pan, fideos, algún par de alpargatas, tabaco y papel, porque armaba cigarros.
Las compras eran anotadas y pagaba por semana cuando cobraba, muy buen pagador, nunca quedó debiendo, eso sí consumía de tres a cuatro damajuanas de vino de cinco litros por semana, parte de la violencia que dominaba a este hombre era el alcohol.
Casi siempre iba Mabel a buscar los comestibles, Piruco llevaba el vino, el tabaco y se sabía tomar alguna copa en el boliche. Todo parecía normal, hasta que un día noté que ella tenía golpes en la cara, otro día apareció renga, con las piernas llenas de moretones.
Una mañana cerca del mediodía, llegó Mabel llorando desconsoladamente, diciéndome que no aguantaba más, que se quería ir con los nenes, pero que tenía miedo porque la había amenazado de muerte.
Aunque éramos de la misma edad, yo le hablaba paternalmente, le decía, andate que te va a pasar, Piruco no se anima, la acosejaba yo,¡ pobre Mabel!
Entre golpes, llantos y quejas de esta mujer, pasaron algunas semanas. Un día llegó Piruco al almacén y lo que nunca con cuchillo en la cintura, era una cuchilla ancha pero corta, tenía el filo de una navaja, daba miedo. Se sentó en un banco largo que allí había, me pidió un vino y comenzó a contar su historia con Mabel: que él creía que lo engañaba, que le mentía, que no lo atendía, que en la cama no era la de antes, en un momento sacó la cuchilla y me la mostró diciendo, con esta la voy a degollar, lo miré a la cara(el negro era feo y enojado más fulero todavía) y le digo vos sos loco, para qué te vas a mandar esa cagada, dejala, mujeres sobran, te vas a podrir en la cárcel, para esto yo ya le había llenado el vaso varias veces, lo convidaba.
Hablamos largo y tendido, de repente se paró y me dijo, poniéndome una mano en el hombro, sabes que tenés rezón, para que me voy a joder la vida y se fué, ¡ bien, me dije, lo convenci!.
Debo aclarar que Mabel llevaba todos los días el nene a la escuela, en la otra punta del pueblo y lo hacía con la nena que no iba a clase por ser muy chica.
Continuará.
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